(del excelente sitio Taringa) Es
la traducción al castellano de una entrevista al gran Pier Paolo
Pasolini, realizada en 1975, donde habla sobre su última película, Saló o
los 120 días de Sodoma. La entrevista forma parte del film "Pasolini
próximo a nosotros", de Giuseppe Bertolucci, estrenado en 2006
PASOLINI:
-Como sabe, el film está tomado de "Los 120 días de Sodoma" de Sade,
pero está ambientado durante la República de Salò, en 1944-1945.
Entonces hay mucho sexo, pero el sexo en el film es el típico sexo de
Sade, cuya característica es exclusivamente sadomasoquista en toda la atrocidad de sus
y sus situaciones. Me interesa este sexo como le interesa a Sade, por
lo que es, pero en mi film todo este sexo asume un significado
particular: es la metáfora de lo que el poder hace del cuerpo humano, su
mercantilización, su reducción a una cosa, que es típica del poder, de
cualquier poder. Si en lugar de la palabra "Dios", en Sade, pongo la
palabra "poder", surge una extraña ideología, extremadamente actual. Y
esta actualidad
un verdadero salto con respecto a los films que hice hasta ahora, que
forman la "Trilogía de la Vida": "El Decamerón", "Los Cuentos de
Canterbury" y "Las Mil y Una Noches". Es marxismo puro. El manifiesto de
Marx dice esto: el poder mercantiliza el cuerpo, transforma el cuerpo
en mercancía. Cuando Marx habla de la explotación del hombre por el
hombre, habla efectivamente de una relación sádica.
SALÒ O LOS 120 DÍAS DE SODOMA
PASOLINI: -Los sádicos han sido siempre poderosos, éste es un dato
real. De hecho, en Sade, los cuatro que hacen las cosas tremendas en los
120 días son un banquero, un duque, un obispo y un presidente de la
corte que representan el poder, el brazo secular del poder. Son cuatro
nazi-fascistas de aquel tiempo, pero son personas particularmente
cultas, capaces de leer muy bien a Nietzsche o a Baudelaire, o quizás
incluso a Lautréamont... Son personajes más bien ambiguos. Y luego,
sobre todo, el film carece de psicología y, por lo tanto, carece de
datos personales reales. Otro elemento de inspiración del film es el
recuerdo de aquellos días que viví, los días de la República de Salò...
BACHMANN: -¿Estabas allí en aquellos días?
PASOLINI: -No estaba en Salò, sino en Friuli. Friuli se había
convertido en una región alemana, estaba burocráticamente anexada a
Alemania. Se llamaba el "Litoral Adriático". Había un "Gauleiter", que
era una especie de gobernador... desde el 8 de septiembre de 1943 hasta
el fin de la guerra. Y entonces pasé días espantosos en Friuli. Para
empezar, hubo una de las luchas partidarias más duras y mi hermano murió
allí. Fue una de las más crueles porque Friuli estaba bajo completo
control de Alemania y pocos fascistas se veían allí. Eran verdaderos
asesinos. Y además, Friuli era continuamente bombardeada por los
americanos, porque los "Flying Fortresses" tiraban bombas en Friuli en
su camino a Alemania. Redadas, ciudades vacías, bombardeos... casi
inútiles, por pura crueldad.
BACHMANN: -¿En qué ciudad estabas?
PASOLINI: -Estaba en Casarsa, la ciudad de mi madre.
BACHMANN: -¿Dónde naciste?
PASOLINI: -No, yo nací en Bologna. Ésa es la ciudad de mi madre,
donde pasé parte de mi infancia, donde iba cada verano cuando era niño.
Allí fuimos evacuados en 1943.
BACHMANN: -¿Evacuados?
PASOLINI: -Significa "refugiados".
BACHMANN: -¿De Bologna?
PASOLINI: -Sí.
BACHMANN: -Entonces allí no trabajabas.
PASOLINI: -No, estaba aún estudiando. Escribía los poemas que fueron mis primeros poemas friulianos.
BACHMANN: -¿En qué año naciste?
PASOLINI: -En 1922.
BACHMANN: -¿Cómo puede ser entendido el mensaje de este film por los jóvenes de hoy?
PASOLINI: -Yo creo que los jóvenes no lo entenderán. No me ilusiono
con ser entendido por los jóvenes porque es imposible instaurar una
relación cultural con ellos, dado que viven nuevos valores que son
incomparables con los viejos valores en nombre de los cuales hablo. ¡Es
como si tuvieran un acuerdo! Hablan, ríen y se comportan de la misma
manera, usan los mismos gestos, aman las mismas cosas, manejan las
mismas motocicletas... En suma, yo vi los uniformes. Cuando era niño, vi
el movimiento juvenil fascista, pero nunca vi gente en uniforme como
ahora. No son de una organización, no se llaman Boy Scouts, Balilla o
Juventud Fascista, no se llamarán así, pero todo está basado en este
movimiento juvenil informal y autocreado. Todo está basado en los
chicos, en los jóvenes. Lo horrible del periodismo de la cultura
italiana es que “los jóvenes son libres, no tienen complejos, son
desinhibidos, son felices”. Toda la burguesía italiana está convencida
de esto. Y también toda la izquierda. Creen que estos jóvenes son
finalmente los jóvenes... ¿Comprendes? ¡¬No entienden, no ven, porque no
los aman! Quien no ama a los campesinos, no entiende su tragedia. Quien
no ama a los jóvenes, se desentiende de ellos. Dice: “Pero si son
alegres, desinhibidos...”. No le importan porque no los ama. No habiendo
amado a los de antes, no advierte que los de ahora han cambiado. Son
siempre los mismos para él. Yo, como los he amado, los he seguido
siempre. Por eso, esto para mí es una catástrofe. Es toda una
declaración de amor, todos mis libros y mis obras narrativas hablan de
jóvenes. Los amaba y los representaba. Ahora no podría hacer un film
sobre estos imbéciles que nos rodean. A veces mis ojos se llenan de
lágrimas cuando veo al hijo de Ninetto, que tiene un año. Me vienen las
lágrimas por piedad por su futuro. Sí, porque los padres de estos hijos
terribles, de esta nueva generación de jóvenes odiosos... hablo de las
masas, porque luego, pobres, hay infinitas excepciones. En las grandes
ciudades industrializadas la juventud se volvió odiosa, insoportable.
¿Pero qué han hecho los padres, aquellos que tienen cuarenta, cincuenta
años? ¿Qué han hecho para prevenir que estos hijos fueran así? Los
padres que tienen hijos de quince a veinte años objetivamente ya no les
pueden enseñar nada... porque no tienen experiencia del tipo de vida que
sus hijos viven, entonces no tienen derecho a decir: "Mira...". Cuando
eran jóvenes, su problema era encontrar pan mientras que el problema de
sus hijos es encontrar una motocicleta. Entonces no les pueden decir:
"Cuando yo era joven...". No, porque su tipo de vida era tan diferente
que no tienen derecho a enseñar y entonces se quedan callados. ¿Pero
cuál generación creó las condiciones para que sus hijos vivieran así? Es
siempre su culpa. Entonces, pobres, en la relación con sus hijos son
impotentes y hasta podemos entenderlos, pero son los responsables de
esta situación.
¡El ideal es el consumismo! Hay un enorme grupo que se extiende
de Milán a Bologna, comprende Roma y se extiende por el sur. Es una
civilización homologante que hace todo igual. Entonces es claro que caen
las barreras, los pequeños grupos...
BACHMANN: -¿Sin ideología?
PASOLINI: -¬¡Cómo que no hay ideología! La ideología consumista...
En vez de llevar una bandera, se ponen ropas que son una bandera. Han
cambiado algunos medios y algunos instrumentos externos, pero, en la
práctica, es un empobrecimiento de la individualidad que se disfraza a
través de su valorización.
CÍRCULO DE LAS MANÍAS
PASOLINI: -El film fue ofrecido a Sergio Citti y yo trabajé con él
en el guión. Mi principal contribución al guión fue darle una estructura
de tipo dantesco que probablemente Sade ya tenía en mente. Dividí el
guión en círculos, le di al guión una suerte de verticalidad y un orden
de carácter dantesco. Pero mientras trabajábamos en el guión, Sergio
Citti, poco a poco, perdía interés porque tenía la idea de otro film, y
yo, en cambio, poco a poco me enamoraba. Y me enamoré por completo
cuando me vino esa iluminación de transportar a Sade a 1944 en Salò.
Durante la edad "represiva" el sexo era una delicia, porque se
hacía a escondidas y era una burla a todas las obligaciones que el poder
imponía. En cambio, en las sociedades tolerantes como se declara la
nuestra, el sexo produce neurosis, porque la libertad concedida es falsa
y, sobre todo, es concedida desde arriba y no ganada desde abajo. Por
lo tanto, no es vivir una libertad sexual, sino adecuarse a una libertad
que viene concedida. Y entonces, en cierto punto, uno de los personajes
de mi film dirá exactamente: "Las sociedades represivas reprimen
todo... entonces los hombres pueden hacer todo". Pero agregué este
concepto que para mí es lapidario: "Las sociedades permisivas permiten
algo... y se puede hacer sólo aquel algo". Es terrible, ¿no? Hoy, en
Italia, se pueden hacer algunas cosas. Antes, en realidad, nada era
concedido. Las mujeres eran casi como en los países árabes, el sexo
estaba escondido y no se podía hablar de eso, y ni siquiera se podía
mostrar un seno medio desnudo en una revista. Ahora... conceden algo.
Conceden fotos de mujeres desnudas... pero no de hombres.
Después, una gran libertad en las parejas heterosexuales,
"libertad" por decir de algún modo, porque debe ser ésa y además es
obligatoria. Como es concedida, se volvió obligatoria. Como es
concedida, un muchacho no puede no aprovechar la concesión. Entonces se
siente obligado a estar siempre en pareja, y la pareja se volvió una
pesadilla, una obsesión, en vez de una libertad. ¿Has visto cómo está de
moda la pareja ahora? Pero es una pareja falsa, de una insinceridad
espantosa. Mira estos chicos que, presos de quién sabe cuál noción
romántica, caminan de la mano o abrazados, un chico y una chica. "¿Qué
es este súbito romanticismo?", preguntarás. Nada. Es la nueva pareja
relanzada por el consumismo, porque esta pareja consumista compra.
BACHMANN: -Exactamente.
PASOLINI: -Teniéndose de la mano van a La Rinascente, al UPIM... Son
neuróticos los italianos. En una época, durante la represión, eran
sexualmente equilibrados. Con la tolerancia se volvieron todos
neuróticos.
Además de la anarquía del poder, mi film trata sobre la posible
inexistencia de la historia, polemiza contra la idea de historia que
tiene la cultura eurocéntrica, es decir, el racionalismo o el empirismo
burgués de un lado y el marxismo del otro. Toma Francia, por ejemplo,
con sus relaciones con Argelia y con el Tercer Mundo en general.
Francia, que ha alcanzado el mayor racionalismo del mundo. Para Francia,
la palabra "libertad" corresponde a "racionalidad". Ahora Francia ha
llegado a una especie de saturación de la propia racionalidad. Entonces,
¿cómo soporta una nación como Francia esta irrupción de irracionalidad
que trae consigo el Tercer Mundo, el mundo del hambre? Las poblaciones
del Tercer Mundo, precisamente porque son reprimidas y tenidas al margen
de la vida pública y de la vida política, han conservado, como todas
las áreas marginales, un tipo de cultura anterior que, de algún modo, es
el tipo de cultura prehistórica. Francia se ubica como la maestra de
racionalidad para las poblaciones coloniales. De hecho, los educa muy
bien. Francia no ha tomado nada de ellos, sólo ha dado. Les dio un
modelo de educación, racionalidad, civilización, pero no supo aprender
nada de ellos, porque este tipo religioso, irracional, prehistórico que
el Tercer Mundo trae consigo, no es racionalizable. Entonces los
franceses deben modificar su razón si quieren comprender, si no quieren
quedarse atrás. París es una ciudad maravillosa que admiro porque la
matriz de mi cultura está allí. No puedes dejar de admirarla, pero se
siente que es... más remota, más lejana, más arcaica que una pequeña
ciudad de cualquier nación subdesarrollada que se está creciendo. El
mundo moderno será una síntesis entre el mundo de la burguesía
occidental de hoy y el mundo de las poblaciones subdesarrolladas que se
unen ahora a la historia. La racionalidad occidental será modificada por
la presencia de otro tipo de visión del mundo que estos pueblos
expresan. La modernidad consiste en esta modificación. Es verdad que el
hombre es siempre el mismo, pero también es verdad que cambia. Tanto más
porque en este momento nos está amenazando una verdadera mutación
antropológica. El verdadero apocalipsis es que la tecnología, la era de
la ciencia aplicada, hará del hombre algo distinto de lo que era antes.
Ha sucedido algo que no tiene equivalentes en la historia del hombre.
CÍRCULO DE LA MIERDA
PASOLINI: -Y estamos aterrorizados por la idea de que nuestros
descendientes no sean más como nosotros. Es un poco el fin del mundo.
El sadomasoquismo es una categoría eterna del hombre: estaba en
el tiempo de Sade, está hoy, etc. Pero no es esto lo que me importa. Me
importa también esto, pero el sentido real del sexo en mi film es una
metáfora de la relación entre el poder y sus subordinados, entonces vale
para todos los tiempos. La motivación vino de que yo detesto, sobre
todo, el poder de hoy. Todos odian el poder que sufren. Por eso, yo odio
con particular vehemencia el poder de hoy, 1975. Es un poder que
manipula los cuerpos de un modo horrible, no tiene nada que envidiar a
la manipulación de Himmler o Hitler. Los manipula transformando sus
conciencias, en el peor modo, instituyendo nuevos valores que son
alienantes y falsos: los valores del consumo, que culminan lo que Marx
llamó genocidio de las culturas vivientes, reales, precedentes. Por
ejemplo, ha destruido Roma. Los romanos no existen más. Un joven romano
no existe más, es un cadáver. El cadáver de sí mismo que aún vive
biológicamente y está en un estado de desconcierto entre los antiguos
valores de su cultura popular romana y los nuevos valores
pequeño-burgueses, valores consumistas que le han sido impuestos.
Entonces, este tipo de cambio ha difundido entre los italianos la
ideología del hedonismo consumista, que es, a su manera, estúpidamente
laica y racional, miope, estrecha. Esta ideología toca a todos los
italianos, intelectuales incluidos. Yo también, en cierto sentido, sin
querer participo en esta ideología, porque yo también estoy feliz de
tener un automóvil o de apretar un botón y tener calefacción. Yo
también, en cierto sentido, tiendo a los bienes superfluos. Sólo que yo
me salvo de todo esto a través de la cultura, etc. En esto, soy un
privilegiado. Pero la enorme masa de los italianos ha caído en este
mecanismo. Han caído los valores y han sido sustituidos por otros. Han
caído los modelos de conducta y han sido sustituidos por otros. Esta
sustitución no era el deseo de la gente de abajo, sino que ha sido
impuesta por el poder consumista, es decir la gran industria italiana
multinacional y también la nacional, hecha de pseudo-industriales, que
querían que los italianos consuman ciertos bienes de una cierta manera. Y
para consumirlos, debían crear otro modelo humano. Un viejo campesino,
tradicionalista y religioso, no consumía la comida chatarra anunciada en
la TV. Había que encontrar un modo de que la consumiera. En verdad, los
productores fuerzan a los consumidores a comer mierda. El caldo Knapp,
etc... Dan cosas adulteradas, malas... los quesos robiola, los quesitos
para bebés... son todas cosas horribles que son mierda. Si hiciera un
film sobre un industrial de Milán que produce galletas y luego las
anuncia y hace que los consumidores las coman, el resultado sería un
film terrible sobre la contaminación, la adulteración, el aceite hecho
con los huesos de la carroña... Podría hacer un film así, ¡pero no
puedo! ¿Cómo puedo estar un año, primero pensándolo y luego filmando?
Sería más útil, en el sentido directo y práctico de la palabra,
mostrarlo exactamente como es. Pero, ¿quién me manda a hacerlo? Sería
autoagresión.
El poder permanece igual, sólo sus caracteres cambian. El
súbdito, en vez de ser austero, religioso, es un consumidor: no
previsor, no religioso, laico, etc. Los caracteres culturales cambian,
pero la relación es idéntica. Entonces, es un film no sólo sobre el
poder, sino sobre lo que llamo "la anarquía del poder". Nada es más
anárquico que el poder. El poder hace lo que quiere y lo que quiere es
totalmente arbitrario o dictado por sus necesidades económicas que
escapan a la lógica común. El cristianismo y el marxismo han sido
siempre impuestos desde arriba, nunca han venido desde abajo. Este
principio de la sumisión puede ser un poco análogo al instinto de muerte
de Marx, ¿no? Coexistente con el espíritu agresivo del amor. En mi
opinión, continuó existiendo inalterable bajo el cristianismo, porque el
cristianismo enseguida se convirtió en religión de estado, es decir de
la clase dominante, y fue impuesto, entonces no cambió estos instintos
profundos. En cambio, el único sistema ideológico que realmente
involucró también a las clases dominadas es el consumismo, porque es el
único que llegó al fondo, que da una cierta agresividad porque esta
agresividad es necesaria para el consumo. Si uno es puramente sumiso,
sigue el instinto puro de la sumisión como un viejo campesino que bajaba
la cabeza y se resignaba... algo sublime, heroico. Ahora este espíritu
de resignación, de sumisión, no existe más, porque ¿qué consumidor es
uno que se resigna y acepta su estado arcaico, retrógrado e inferior?
Debe luchar para elevar su estatus social. "Yo bajo la cabeza en nombre
de Dios" es ya una gran frase. Mientras que ahora, el consumidor ni
siquiera sabe que baja la cabeza. Al contrario, cree estúpidamente que
no la baja y que posee sus derechos. Al contrario, está siempre allí
reclamando sus derechos, creyendo en ellos, y en cambio es un pobre
cretino.
El poder es siempre codificador y ritual. Sin querer, me encontré
representando en este film la vida del buen pequeño burgués, con sus
salones, su té, sus abrigos, y por otra parte la ceremonia nazi, en toda
su solemnidad macabra, tétrica y miserable. Porque el poder es ritual y
codificador. Pero lo que ritualiza, lo que codifica es siempre la nada,
el puro capricho, es decir, su propia anarquía.
CÍRCULO DE LA SANGRE
PASOLINI: -Los hombres necesitan el mito. Sin embargo, en el mundo
campesino los mitos eran siempre revividos a través de rituales. La misa
fue un ritual que cristalizó por milenios un credo religioso. Todas las
religiones antiguas pueden resumirse en un esquema, el del eterno
retorno: la muerte y luego la resurrección. Muerte y resurrección de la
naturaleza, del pasto, de las cosechas. Este eterno retorno ya no tiene
sentido para el hombre moderno. El ciclo estacional ha sido reemplazado
por los infinitos ciclos de producción y consumo: el de la bicicleta, el
del automóvil, el de la ropa... Hay muchos ciclos pequeños. Producir y
consumir, producir y consumir es un ciclo artificial, pero un ciclo al
fin. Hoy los rituales son de otro tipo, por ejemplo estar en fila
delante de una TV, o estar en fila en una cola de automóviles el fin de
semana, o hacer un picnic en un campo, siempre el fin de semana. Cada
poder tiene sus formas de ritual. Uno de los rasgos de la desaparición
del mito y del antiguo ritual campesino, sustituido por la
industrialización, es la muerte de la iniciación. La pubertad, para el
catolicismo, tenía la Comunión y la Confirmación que ahora ya no
cuentan, ya no tienen ningún sentido. Ahora no hay iniciación porque el
niño ya nace consumidor. No hay una iniciación a la sociedad de consumo.
Los jóvenes tienen la misma autoridad como consumidores que lo
ancianos.
El hombre ha sido siempre conformista. Su característica
principal es la de conformarse con cualquier tipo de poder o calidad de
vida que encuentra al nacer. Tal vez, biológicamente, el hombre es
narcisista, rebelde, ama la propia identidad, etc, pero la sociedad lo
hace conformista y él ha bajado la cabeza, de una vez y para siempre,
ante las obligaciones de la sociedad.
Yo no suscito piedad a través de las víctimas si no es con la
máxima discreción. De lo contrario, el film habría sido horrible,
insoportable. Si hubiera creado víctimas simpáticas que lloraban, que
conmovían, después de cinco minutos habrías huido de la sala. Y, sobre
todo, no lo hice porque no lo creo. Hay alguien que se rebela, pero se
rebela apenas, de modo inconsciente, y es sólo uno. Es la culminación
del film: muere cerrando el puño. Pero no escribas esto, querría que
fuera una sorpresa.
No creo que haya nunca una sociedad en la cual el hombre sea libre.
BACHMANN: -¿Entonces es inútil esperarla?
PASOLINI: -Pero no debemos esperar nada. La esperanza es una cosa
horrible, inventada por los partidos para tener contentos a sus
afiliados.
Ya no escribo como antes, lo que equivale a decir que ya no
escribo más. Al principio, cuando comencé a hacer cine, pensé que era
sólo la adopción de una técnica distinta, casi diría, de una técnica
literaria distinta. Pero luego advertí, poco a poco, que era la adopción
de una lengua diferente. Entonces abandoné la lengua italiana, con la
cual me expresaba como hombre de letras, para adoptar la lengua
cinematográfica. He dicho varias veces como protesta, como total
contestación, que habría querido renunciar a la nacionalidad italiana.
Haciendo cine, en cierto sentido he renunciado a la lengua italiana, es
decir, a mi nacionalidad. Pero hay otra verdad, tal vez más complicada y
profunda: la lengua expresa la realidad a través de un sistema de
signos. En cambio, un director expresa la realidad a través de la
realidad. Ésta es quizás la razón por la cual me gusta el cine y lo
prefiero a la literatura, porque expresando la realidad como realidad,
opero y vivo continuamente al nivel de la realidad. Un poeta usa la
palabra "flor", ¿pero de dónde la toma? La toma de nuestro lenguaje de
hombres que comunicamos. La poesía no nos importa nada. Usamos la
palabra "flor" porque sirve a nuestras relaciones humanas. En cambio,
¿en qué otro lenguaje se fundan las imágenes? Se fundan en las imágenes
de los sueños y de la memoria. Al soñar y al recordar, rodamos pequeños
films en nuestras cabezas. Entonces, el cine se basa en un lenguaje
completamente irracional: los sueños, la memoria, y la realidad como
hecho bruto. Una imagen es infinitamente más onírica que una palabra. En
el fondo, cuando uno ha visto un film, le parece haber soñado.
Mi obra está influenciada por el uso de actores no profesionales y
por escenografías no reconstruidas en un teatro. Uso escenografías
reales: cuando filmo, yo sólo recojo material. Entonces voy a cualquier
lugar, elegido por mí, y recojo el material según la luz, según lo que
hay ahí en ese momento. Cuando estás en medio de un paisaje hermoso con
los personajes que te gustan, estás ávido. Como un glotón en medio de
toda clase de manjares, buceas como una bestia comiendo aquí y allá. Así
era yo antes. Ahora tomo un muchacho que no ha actuado nunca, lo pongo
frente a la cámara y lo tengo allí un largo rato, recogiendo material.
Esto significa que luego debo hacer un largo trabajo de edición para
quitar todo lo que es inútil y capturar, en cambio, ese momento de
verdad que pudo... centellear en sus ojos, en su sonrisa mientras yo
filmaba. En este film, en cambio, esto no sucede porque no es un film de
material recolectado, elaborado luego en la edición. Ya está terminado y
editado mientras lo filmo. Por eso, necesito un mayor profesionalismo
de los actores. De hecho, hay cuatro, cinco actores profesionales en el
sentido más puro de la palabra, pero también a quienes elegí de la
calle, que actúan por primera vez, los uso como si fueran actores.
Pretendo de ellos un desempeño profesional de actores: deben decir la
línea entera con la expresión justa del principio al fin, etc.
Además, dejo un amplio margen para la improvisación, para la
libertad. Pero aquí está todo mejor programado que lo habitual. Quiero
editarlo de un modo perfecto. Este film debe ser, formalmente, casi un
cristal al terminar. No debe ser confuso, caótico, inventado,
desproporcionado. Todo debe ser muy calculado, mucho más preciso. Todo:
los movimientos, las composiciones, los trucos... Antes hacía los trucos
así nomás, aquí no: cuando alguien debe caer muerto, debe repetirlo mil
veces hasta que realmente parezca un cuerpo muerto. Siempre trato de
obtener esta perfección formal, que me sirve para cerrar, como una
especie de envoltorio, las cosas terribles de Sade y del fascismo.
El uso obsesivo del campo y del contracampo, del primer plano
opuesto a otro primer plano, la ausencia de planos sobre el hombro, la
ausencia de personajes que salen y entran en el campo, la ausencia,
sobre todo, de planos secuencia, son rasgos típicos de todos mis films.
En este film, todo eso es llevado a la máxima lucidez y al absoluto. Mis
hábitos casi obsesivos son llevados a tal punto de obsesión, que tal
vez cambie la cualidad.
Si creyera que mi cine está totalmente integrado a una sociedad
que también quiere la clase de films que hago, entonces quizás no los
haría. Estoy convencido de que hay algo
que no puede ser integrado. La sociedad burguesa digiere todo:
amalgama, asimila y digiere todo. Pero en cada obra donde la
individualidad y la singularidad se afirman, con originalidad y
violencia, hay algo no integrable.
BACHMANN: -¿A quién se dirige el film?
PASOLINI: -En general, a todos, a un otro mí mismo. Es verdad que la
masa aliena y mistifica la obra de arte cuando ésta es mercantilizada y
es propuesta a ellos en un cierto modo, pero la masa está todavía
compuesta de individuos. Y entonces en una sala, en un ritual social,
donde mi film es propuesto a las masas de ese modo, etc; en estas salas,
de hecho, hay individuos. El individuo es el procesador de los
problemas del mundo. Todo sucede en el individuo. Atribuyo a los otros,
aun al más atado, al más esclavizado, la chance de entender una obra a
su modo, a su nivel. Tengo esta fe en la libertad humana, que no sabría
racionalizar. Pero me doy cuenta de que, si las cosas continúan así, el
hombre se mecanizará tanto, se alienará tanto, devendrá tan antipático y
odioso, que esta libertad estará completamente perdida. Continuaría
igualmente haciendo cine aun si yo fuera el único hombre libre y esa
libertad muriera con mi cine. Continuaría haciendo lo mismo porque
necesito hacerlo. Me gusta hacerlo y lo haré. O me suicido o lo hago.
Haciendo un film, me expreso. Si luego mi expresión es completamente
alienada y mecanizada, ¡paciencia! Entre tanto, me he expresado lo más
libremente posible.
BACHMANN: -¿Cuál consideras el punto central de tu obra, es decir la
cosa central que te guía de un film a otro? Un mensaje, una obsesión,
una idea...
PASOLINI: -Es una idea formal de lo que debo hacer, que es igual en
todos los films. El esquema formal, la iluminación que tengo de lo que
un film debe ser, que es inexpresable en palabras: o lo entiendes o no
lo entiendes, no te lo sé decir. Cuando decido hacer un film, lo decido
porque tengo una iluminación, que es la idea formal del film. Es la
síntesis del film. La idea de un film nunca es el producto de una serie
de pensamientos. En todo caso, hay una serie de pensamientos que es
interrumpida por una iluminación, como fue en el caso de Sade. Cuando se
hace un film, como cuando se escribe una novela, hay fases. Hay una
historia de la generación de las cosas y el autor, al final, ha hecho
algo que sólo estaba en parte en su cabeza. El montaje del film es un
momento de gran sorpresa para el autor mismo, no tanto porque resulta
otra cosa de la que tenía en mente, sino porque ha salido la cosa real.
Cuando miro las cosas, tengo un ojo racional, crítico, que tomo de mi
cultura laica, burguesa y luego marxista. Entonces hay un ejercicio
crítico continuo de mi razón sobre las cosas del mundo. Pero mi visión
real, la más antigua, la más arcaica, que tuve al nacer y formé en mi
primera infancia, mi visión original es una visión sagrada de las cosas.
Veo el mundo como casi todos los que tienen una vocación poética, es
decir, como un hecho milagroso y casi sagrado. Y nada puede desacralizar
mi visión sagrada fundamental.
Pienso que ningún artista en ninguna sociedad es libre. Estando
aplastado por la normalidad y por la mediocridad de cualquier sociedad
donde viva, el artista es una contestación viviente. Representa siempre
lo contrario de la idea que cada hombre en cada sociedad tiene de sí
mismo. Un margen mínimo y tal vez inapreciable de libertad, en mi
opinión, hay siempre. No sé decirte hasta qué punto esto es o no es
libertad. Pero ciertamente algo escapa a la lógica matemática de la
cultura de masas, al menos por ahora.
BACHMANN: -¿Qué debemos hacer, mientras tanto?
PASOLINI: -¿Qué debemos hacer? Ser coherentes con las propias ideas y
tratar de hacer eso mínimo que uno puede. ¿Qué quieres hacer?
BACHMANN: -En definitiva... ¿creer?
PASOLINI: -Incluso no creer. Basta que el no creer sea dinámico.
Muchas veces uno que no cree y hace de este no creer una bandera, llega a
algo. La verdadera realidad es que el hombre contemporáneo no cree y
cree.
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