Primero la Patria - versión 2012
por Enrique Mario Martinez en Propuestas Viables, 27/06/12
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Una de las fotos más difundidas del acto convocado
por Moyano el 27 de junio |
El discurso por cadena nacional de CFK del 26 de junio describió
el escenario político y económico actual con una extensión y un
compromiso por parte de la Presidenta, que se convierte en un elemento
de referencia inevitable para reflexionar y entender a donde vamos.
Desde donde hablo y para qué
Creo en los resultados de la política, más mucho más que en los
discursos. Creo, en consecuencia, que en Latinoamérica hay que seguir la
evolución de las condiciones materiales de los más humildes y su
calidad de vida asociada, para entender si una política es correcta, es
justa y además si es sustentable, si podemos estar convencidos que
permanecerá en el futuro. Esa es la medida dura e irremplazable.
En cualquier caso, sin embargo, los seres humanos nos entendemos por la palabra y los gestos, lo que hace inevitable el intento.
Escribo esto ante todo por una razón egoísta: tratar de aclararme el
horizonte. Lo difundo porque creo que habemos muchos miles hoy en la
misma confusión y además, porque creo tener alguna probabilidad de ser
leído sin esa clasificación mecánica que lo coloca a uno como amigo o
enemigo, que huye de los conceptos, para instalarse en las opciones de
odio o amor, de fidelidad o traición, tan usuales y tan boludas al mismo
tiempo.
Cuál es mi caracterización del proyecto de gobierno
Para ser simple y directo: No dudo en absoluto de los fines, pero si dudo de varios medios.
Creo que la Presidenta es leal a un compromiso de toda la vida para
aportar a una sociedad con menos pobres, con una vida más digna para los
postergados por generaciones. Su trayectoria y su discurso presente, en
ese sentido, la colocan en un estadio muy superior a cualquier
oposición y a muchos de sus colaboradores o compañeros de espacio
político.
Creo, sin embargo, que se ha construido mentalmente un camino para
llegar a esa meta, que tiene flancos débiles, tanto en los instrumentos
utilizados como en la forma de vincularse con otros actores políticos,
especialmente del propio ámbito partidario.
Los instrumentos
Ante todo, se habla de crecimiento con inclusión, como camino de
progreso. Pero se asigna la responsabilidad del crecimiento a los
inversores que puedan llegar, de cualquier lugar del planeta, a producir
para el mercado interno o para un mercado global. La Presidenta ha
dicho en reiteradas oportunidades que para el modelo, toda industria que
produzca en el país es argentina, aunque sus dueños no lo sean.
Un crecimiento económico basado mayoritariamente en compañías
multinacionales nos lleva a hablar, en el mejor de los casos, de
crecimiento con compensación de los perdedores.
Por tres razones vinculadas:
Toda compañía busca maximizar sus utilidades, incluyendo en ello tener
los menores costos posibles, pero las multinacionales lo hacen
analizando un esquema global de proveedores y de disponibilidad de
trabajadores, no solo los locales. De tal manera, los eslabones de la
cadena de valor que se instalan en un país como la Argentina, son solo
aquellos en que el costo laboral es favorable. Esa norma fija un techo a
los salarios reales. Si crecen por encima de otras opciones
internacionales, a la corta o a la larga, esos trabajos desaparecen.
Complementariamente, quedan fuera del país, casi por definición, las
tareas de investigación y desarrollo de las corporaciones, que son
hechas en los países donde residen sus centros de decisión.
Finalmente, es claro que si las empresas son exitosas, ganarán dinero y
ese dinero lo girarán a sus accionistas, perdiendo así capacidad de
inversión y de consumo en el país, además de causar tensiones que a esta
altura son muy grandes sobre la balanza de pagos internacionales.
La combinación de los tres factores dibuja un escenario distante del
óptimo, con productividad mediocre, salarios reales con techo y
problemas de inversión y de balanza de pagos.
El gobierno ha buscado compensar a los periféricos o excluidos de este
sistema. Lo hizo con medidas fuertes, como la asignación universal por
hijo; la recuperación de los fondos de las AFJP; la generalización de
las jubilaciones y su movilidad por ley; la actualización del SMVM; la
recuperación de las paritarias privadas, no en el sector público, donde
es una parodia; los subsidios al transporte y los servicios. Además de
eso, se ha puesto al hombro la obligación de toda la inversión en
infraestructura vial, de comunicaciones, de energía, educativa y de
vivienda social.
Todo en dimensiones y con alcances que ningún gobierno anterior ni se comprometió ni intentó.
El punto es que en tal esquema los fondos públicos en algún momento
pasan a no alcanzar. Porque su fuente son impuestos aplicados a una
economía cuya capacidad de generación de riqueza se centra más y más en
la utilización de sus recursos naturales, con límites evidentes,
mientras aquello que la actividad humana le pone encima tiene un
horizonte restringido, por lo que se acaba de comentar.
Este no es un problema argentino, sino de todo el mundo periférico,
donde las trasnacionales hegemonizan el sistema productivo. El punto es
que el gobierno parece negar la existencia del conflicto, al menos con
la importancia que aquí se ha señalado. Si no fuera así, hubiera
instalado hace mucho tiempo la discusión sobre como se construyen
actores nacionales, en sociedad con el Estado, con capacidad tecnológica
de creciente autonomía, que bajen el nivel de dependencia de nuestro
país.
Tan ausente está esta caracterización del escritorio de la Presidenta
que se firmó un acuerdo con China, ayer festejado en el discurso, en que
se logró financiación, pero para lo que es prácticamente una compra
llave en mano de la rehabilitación del ferrocarril Belgrano cargas,
importando vagones, locomotoras y hasta rieles y durmientes, sin una
planificación previa que defina cómo hacer buena parte de esos bienes en
el país. Estas son las industrias que pueden elevar la jerarquía media
del trabajo argentino y se renuncia a ellas, como ha sucedido con la
importación de plantas chinas para generación térmica de energía
eléctrica o para extrudado de soja, renunciando a la evaluación previa
de capacidades nacionales disponibles.
Esa confusión primaria, a mi criterio, produce un encadenamiento de
errores económicos, que hacen más y más difícil encontrar la senda
adecuada.
. Se quiere desarrollar la industria electrónica de punta y nos
conformamos con plantas de ensamblado en Tierra del Fuego, bloqueando
toda innovación local.
. Se cree necesario aumentar las exportaciones y para eso se pretende
hacer acuerdos con Brasil para derivar a Argentina compras que hace en
otras partes del mundo. Si eso sucediera, se pondrán esos productos a
disposición – una vez más – de filiales locales de multinacionales.
. Se controlan importaciones empresa por empresa, llegando hasta las más
pequeñas, pero no se analiza la posibilidad de fabricar en el país por
más de 20 Mil Millones de dólares anuales, que se importan en buena
medida porque las filiales de multinacionales así lo han decidido,
repartiendo su producción en el mundo.
. Se establece un control de inflación negociando con las empresas más
grandes, sin imponerles una norma concreta, lo cual ha hecho que la
concentración y la dependencia aumenten. Sin embargo, el Secretario del
área es considerado poco menos que un prócer moderno del modelo.
Se podría seguir, pero creo que los elementos más gruesos han sido
señalados, y en todos los casos provienen de una desvalorización del
efecto negativo de la dominancia multinacional y su efecto sobre los
recursos que puede administrar en Estado de bienestar.
La forma de vinculación
La democracia argentina ha dejado de ser hace tiempo lo que podríamos
llamar una democracia de masas. Los actos como los de cierre de campaña
de Raúl Alfonsín o Italo Luder en 1983, por no ir tan atrás como hasta
la vuelta de Perón en 1973, se diría que culminaron con el acto radical
peronista en que Alfonsín declaró la guerra a la inflación en 1985; con
la interna Cafiero – Menem en 1988 o ya más reducido, con la interna
abierta Bordón – Álvarez de 1995. Progresivamente, la ausencia de
participación efectiva, ya no en las decisiones, siquiera en las
opiniones; junto con el efecto “televisión” como medio de comunicación a
toda hora en todo lugar, redujo la dimensión de los encuentros
colectivos.
Viendo el discurso de ayer de CFK y comparando entre puntas de la
memoria histórica personal, el tono y el planteo fueron similares al de
Juan Perón con los montoneros el 1 de mayo en 1974 cuando los echó de la
Plaza, solo que ahora usando la cadena nacional y en ese modo de
comunicación impersonal a que conduce la tecnología moderna. Si se me
permite una gragea personal, aquel día yo estaba del lado derecho de la
Plaza, junto a los “leales” y solo atiné a sentirme profundamente
triste. Con el tiempo entendí que los montoneros tenían una mala
caracterización del momento político, pero más grave que eso, el viejo
líder había quedado encerrado en sus reflexiones personales y también
había perdido la capacidad de entender y conducir al conjunto.
El riesgo de quedar entrampado en el pequeño círculo, que en definitiva
tiene una sola idea – la del centro – porque los demás creen que su
obligación es actuar de eco como condición para pertenecer, es hoy mucho
mayor que hace 40 años. Es mayor porque Néstor y Cristina llegaron al
gobierno en términos políticamente débiles – 22% de los votos – y se
abroquelaron rápidamente en su ámbito de confianza histórica. La
repercusión periodística de los actos de gobierno fue el termómetro y el
manejo bilateral con sus ministros, el modo de ejecutar. Nunca hubo una
reunión de gabinete en nueve años; nunca hubo un documento estratégico
sobre la política global; todo estuvo y está en la cabeza y la intimidad
del vértice y lo que no está, es el vértice quien debe construirlo ante
cada coyuntura.
La ratificación de confianza popular, con el 54% de los votos, llegó
cuando Néstor había muerto y cuando la cantidad de tarea ejecutada era
suficiente como para invitar a pensar que en términos generales se
llegó, asumiendo como pendiente la “sintonía fina”. Si la metodología
política permitió esa evolución – o al menos no la obstaculizó – ¿para
qué cambiar?, se preguntará Cristina y su ámbito cercano.
El punto es que tiene su lógica estricta y bien defendible trabajar en
espacios reducidos, de gran confianza, cuando se busca consolidar el
poder y cuando además, se han de ejecutar un puñado de decisiones en las
que se deposita mucha expectativa. Pero nos guste o no, eso construye
una historia de la propia gestión. Después de nueve años hay resultados
por doquier, muchos muy buenos, otros buenos y otros no tanto. La etapa
del ajuste fino, aún pensando equivocadamente que ya se llegó, no puede
ser nunca una etapa defensiva o justificativa de lo que se hizo, sino
que requiere de la conducción una propensión analítica, que tenga en
cuenta al interlocutor; que permita descubrir si éste tiene razón o
ayudarlo a descubrir su error.
Las críticas no se pueden debilitar tirando sobre la mesa lo hecho. Hay
que diseccionarlas con ecuanimidad, partiendo de la base que es
inexorable que el interlocutor sabe que el gobierno ha hecho muchas
cosas positivas; sabe del respaldo popular con que se cuenta.
Justamente, un gobierno con tal alto respaldo puede darse el lujo de ser
muy analítico con la crítica, porque si de allí surgiera una
corrección, eso no haría más que aumentar la credibilidad en la buena fe
y el compromiso de la conducción.
Lo anterior exige una forma de participación, ya no popular, sino con
los colaboradores más inmediatos, que no parece estar en la tradición
del gobierno. Invito a quien haya llegado hasta acá a que busque en el
pasado político de los últimos 30 años un equivalente a la
descalificación que Julio de Vido hizo de Daniel Scioli por televisión
la semana pasada o la reprimenda por cadena nacional de Cristina al
mismo Scioli del día de ayer. Si se apela a esos mecanismos es que ni se
habla en privado. No debe extrañar entonces que si Hugo Moyano hace un
acto público con críticas al gobierno, como sucedió hace algunos meses,
sea considerado automáticamente un opositor irredimible.
En esta lógica de interlocución al interior del espacio propio está la
explicación de buena parte de los problemas políticos de diversa
envergadura que arrastramos, que además se trasladan a la gestión. Entre
otras cosas se trasladan, porque si alguno de los colaboradores
cercanos de la Presidenta llegará a coincidir con el diagnóstico
económico expuesto más arriba – estoy casi seguro que los hay – se
guardarán mucho de expresarlo en un escenario donde la disidencia se
confunde con ingratitud.
Conclusión
La llave de este cofre la tiene Cristina. Si se quiere ampliar la
imagen, algunos colaboradores jóvenes que cuentan con su confianza
tienen algunas ganzúas que también podrían abrir el cofre. A mi criterio
es imperioso abrirlo.
Para cambiar la metodología de conducción, que no se mastique hoy a Hugo
Moyano, pasado a Daniel Scioli y luego a cuanto disidente o pseudo
disidente aparezca. En paralelo con la necesaria apertura al diálogo, se
requiere poner el modelo sobre la mesa. Tal vez no sus fines, pero
seguro varios de sus medios.
O lo resolvemos entre todos o no lo resuelve nadie.