DICTADURA Y PAPELITOS
-Ya que hablás de la censura, hubo varias tiras censuradas, ¿verdad?
-Sí, muchas.
-¿Cómo se hacía la censura: venía una orden, o el propio diario conocía los límites?
-A mí no me gusta llamarle censura, porque yo no soy el editor, soy el dibujante. Yo no les llamo tiras "censuradas", sino tiras "no publicadas", para no herir susceptibilidades. Eran las tiras de la época de la dictadura. Un ejemplo: cuando asumió Galtieri dijo en su primer discurso que él era un tipo dispuesto a dar un paso adelante. Tratando de hacerla suave, lo cité, y después agregué: "Yo lo veo medio peligroso a eso de ir al frente en este momento." Y en el cuadrito final: "Estamos parados al borde del abismo." Esa fue una tira "no publicada". Pero hubo muchas.
-¿A veces había reacciones negativas con las "sí publicadas"?
-Hubo un caso. Cuando en el Clem's Clú daban los "Clementes de plomo", le otorgamos uno a "Berdando Neusta", por "felino, por gato". Porque "cada vez que salta todo pa' arriba él siempre cae parado". Se agarró una calentura enorme. En un programa, donde estaba con gente del Sindicato de Seguros, comentó que me iba a perseguir. Pero al final no pasó nada. Eso fue en el '79.
-¿Tuviste alguna otra amenaza?
-Para que te des una idea: una semana antes del golpe, supongo que no por el dibujo (no me gustaría hacer el papel de héroe, la verdad que no da para eso), empezó a llamar puntualmente un tipo a casa diciendo que me iban a matar a mí y a toda mi familia. Calculo que era un grupo de acción psicológica, que quería asustarme. Y me asusté: soy de asustarme fácil con esas cosas. Me fui a la casa de mi vieja: tenía un bebé chiquito. Y después empezó a amenazarme mi vieja, para que me fuera. (Risas) Volví, y el tipo insistía. Me levantaba mal, todos los días. Hasta que un día dije: tengo que hacer algo. Total me pueden encontrar en cualquier parte. Era recién producido el golpe. Agarré el teléfono, me calenté, y le dije al que llamaba que viniera a buscarme él y todos los que quisieran, y lo puteé de arriba abajo. No llamó más. Quedé temblando pero la cortaron. Después hubo otra cosa...
-Ya que hablás de la censura, hubo varias tiras censuradas, ¿verdad?
-Sí, muchas.
-¿Cómo se hacía la censura: venía una orden, o el propio diario conocía los límites?
-A mí no me gusta llamarle censura, porque yo no soy el editor, soy el dibujante. Yo no les llamo tiras "censuradas", sino tiras "no publicadas", para no herir susceptibilidades. Eran las tiras de la época de la dictadura. Un ejemplo: cuando asumió Galtieri dijo en su primer discurso que él era un tipo dispuesto a dar un paso adelante. Tratando de hacerla suave, lo cité, y después agregué: "Yo lo veo medio peligroso a eso de ir al frente en este momento." Y en el cuadrito final: "Estamos parados al borde del abismo." Esa fue una tira "no publicada". Pero hubo muchas.
-¿A veces había reacciones negativas con las "sí publicadas"?
-Hubo un caso. Cuando en el Clem's Clú daban los "Clementes de plomo", le otorgamos uno a "Berdando Neusta", por "felino, por gato". Porque "cada vez que salta todo pa' arriba él siempre cae parado". Se agarró una calentura enorme. En un programa, donde estaba con gente del Sindicato de Seguros, comentó que me iba a perseguir. Pero al final no pasó nada. Eso fue en el '79.
-¿Tuviste alguna otra amenaza?
-Para que te des una idea: una semana antes del golpe, supongo que no por el dibujo (no me gustaría hacer el papel de héroe, la verdad que no da para eso), empezó a llamar puntualmente un tipo a casa diciendo que me iban a matar a mí y a toda mi familia. Calculo que era un grupo de acción psicológica, que quería asustarme. Y me asusté: soy de asustarme fácil con esas cosas. Me fui a la casa de mi vieja: tenía un bebé chiquito. Y después empezó a amenazarme mi vieja, para que me fuera. (Risas) Volví, y el tipo insistía. Me levantaba mal, todos los días. Hasta que un día dije: tengo que hacer algo. Total me pueden encontrar en cualquier parte. Era recién producido el golpe. Agarré el teléfono, me calenté, y le dije al que llamaba que viniera a buscarme él y todos los que quisieran, y lo puteé de arriba abajo. No llamó más. Quedé temblando pero la cortaron. Después hubo otra cosa...
Cuando Neustadt ligó un "Clemente de plomo" y se enojó.
-¿Qué?
-Fue algo que creo me dió chapa para sobrevivir, aunque no me habían hecho nada: sí a algunos familiares o amigos, pero no directamente. Fue lo del '78, algo realmente importante: lo del Mundial. La censura era tan grande que uno ve hoy las tiras y son pueriles. Pero estábamos pendientes de por dónde podíamos meter algo, una cosita. Eso fue creando con la gente un código, muy imaginativo, donde la mayor parte de las cosas las ponía la gente. Clemente miraba a la cámara, guiñaba un ojo, cruzaba una patita, y eso ya desataba un montón de fantasías, vaya uno a saber de qué tipo. Clemente era un personaje popular entre los lectores de Clarín en el '78. Pero Muñoz empezó a hacer una campaña per se, que se sumaba a una campaña que estaban haciendo los militares, el gobierno, respecto del mundial. Se iba a realizar en la Argentina, eso ya estaba asignado. La campaña era que los argentinos tenían que comportarse bien. A los tacheros les decían que no tenían que llevar a los turistas a dar vueltas para cobrarles más, no había que empujar. Nos trataban a todos como a inadaptados. El subtexto de eso era "acá son todos unos hijos de puta, pero que no se note". Era una campaña muy agresiva, en radio, en televisión, en la prensa, bien organizadita por la Secretaría de Difusión Pública. Agregado a eso, por la de él, Muñoz decía "Y no hay que tirar papelitos. Porque ensucian la cancha y vamos a dar la imagen de un país sucio." Como si la suciedad estuviera ahí.
-Entonces intervino Clemente.
-Sí. En esa cosa que tenía uno de estar esperando el momento, Muñoz me la dejó picando. Clemente decía: "¿Cómo no vamos a tirar papelitos, si los argentinos tiramos papelitos?" Y todos sabemos que el fútbol no termina con los veintidós jugadores, sino que incorpora el marco, la participación de la hinchada, y los papelitos. Que además me gustan mucho, a mí, personalmente. Esto fue captado con una precisión increíble por la gente, que tiró mas papelitos que nunca. Al punto que la policía le sacaba los diarios a la gente. Había que pasar como ocho vallas para llegar a la cancha, para evitar los colados, etc. Entonces hacían contrabando de papelitos. Además había banderas y la gente le cantaba a Muñoz : "¡Muñoz, Muñoz, Clemente te cagó!"
-Después lo gastaste durante años a "Murióz"
-Pero no se hablaba de la dictadura, de la represión: eran los papelitos, nada más. Además había una contradicción muy grande. El audio de la cancha lo manejaba el EAM, el Ente Organizador del Mundial '78, o sea los militares. Pero el cartel luminoso lo manejaba la FIFA. Entonces los tipos que manejaban el cartel luminoso, una empresa que se llamaba Autotrol, dijeron: "Mirá, nosotros somos hinchas, y tenemos que informar de los cambios, la constitución de los equipos, tiempo de juego y hacer publicidad de Coca Cola y Café do Brasil (que eran los dos sponsors del Mundial). ¿Por qué no nos hacés un Clemente?". El cartel en ese entonces era una novedad, y ellos habían hecho un Clemente, pero era horrible. Así que diseñé con las limitaciones del tablero: formado por cuadraditos y líneas. Se los di y les di un texto "¡Tiren papelitos, muchachos!" Y ellos me pidieron autorización para cambiarlo de vez en cuando. Efectivamente, cuando iba a aparecer Argentina, aparecía Clemente, y las frases. La gente se volvía loca. En Rosario, donde la cancha de Central no tiene pista, es estrecha, tiraron tantos que no se veía nada. Entonces por los altavoces exigían que dejaran de tirar, y en el tablero, en cambio, Clemente daba manija para que siguieran tirando.
-Hubo también un merchandising tremendo de Clemente. Un poco como Mafalda.
-Sí: había malaria. Lo que pasa es que era otro público. Clemente la pegaba más abajo en la escala social. Mafalda era más de clase media, generalizando burdamente. Y había mucha alegría por el campeonato mundial. Después algunos intelectuales confundieron un poco la historia. Querían hacer sentir culpable a la gente que había festejado. Creo que en realidad lo que le pasó a mucha gente es que había celebrado antes, y ahora se arrepentía. Había celebrado el golpe, sin medir lo que se venía. Hubo una conciencia gorila que traicionó a mucha gente, especialmente a la izquierda. En ese sentido, el '78 fue un año donde Clemente desbordó por completo al medio de la historieta.
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