por Jorge Schussheim
Una vez, y basado en recuerdos reales de ella y míos, le escribí un espectáculo a medias con Ana Von Rebeur a Marina Borensztein, creo que llamado "La Hija De", en el que Nito Artaza nos prestó su voz para interpretar la del querido Tato. Era impresionante oírlo imitar: no parecía Tato. ERA Tato. Acabo de encontrar este fragmento que me trajo muchas nostalgias y lo comparto con ustedes.
MARINA:- Yo nunca había estado en el Maipo. Cuando llegué, me dí cuenta de que eso que había aprendido en el colegio de que el Maipo había sido una batalla ganada por Lavalle, en Corrientes, para defender una Esmeralda, o algo así, eran mentiras: el Maipo era una mezcla de iglesia y de kiosco. Sí, de veras. Así me dijo mi papá cuando íbamos para allá... "mirá, Marina: el Maipo es la catedral de la revista..." Cuando entramos en la catedral...!!! Claro, a mi me mandaban a una escuela judía... cómo me iba a imaginar que las monjas se vestían así... ! Pá... la sotana, ¿es la parte de arriba, o la parte de abajo...? Esas monjas, ¿porqué no usan la parte de arriba...? Y esas otras, ¿porqué no usan tampoco la de abajo...? Pá... ¿esa, es la madre superiora...?
TATO (OFF):- Marinita: estas son bikinis, no sotanas; esas son bailarinas, no novicias; esas otras son modelos, no monjitas; aquellas no sé que grado tienen, pero se están haciendo unos manguitos extras y esa señora es Tania y no la madre superiora...
Moria Casanova, después Casán, 1970 Revista Viejo Verde, Nº 5. |
Me refiero a la primera vedette. ¡Qué mujeres... Qué pedazo de mujerotas¡ ¡Moria...! Moria... era...cómo explicarles... grandota... inmensa... exagerada: tenía como tres bocas, siete tetas, once culos... qué se yo... a mi me impresionaba así... ¡Nélida... ! la cinturita finiiiita y las nalgas ovaladas, como dos uvas moscatel enormes ... divina... Mimí... ¡qué mujer tan femenina...! ¡tenía pezones por todos lados! Y los muchachos... los bailarines...! Tambien tenían pezones por todos lados... A mi todo eso, al principio me excitaba, pero no como ustedes suponen. No, solamente me excitaba la cabeza; me volvía chiflada con esa locura, me divertía increíblemente. Cuando volvía a mi casa, me encerraba en el baño, me enrollaba una tohalla de turbante y me ponía a moverme y a hacer morisquetas frente al espejo. Una única duda me carcomía el alma: ¿cómo hacían para moverse y bailar y no perder nunca la sonrisa con la bombacha metida tan adentro en la cola?. Todos los viernes yo era mitad espectadora y mitad participante de esa catedral. Así me pasé un par de temporadas de revista: todos los viernes en el camarín, en los pasillos, entre las bambalinas, con los cómicos, con las chicas ...hasta que un día... me acuerdo que fué cuando estaba en séptimo, porque me había llevado al Maipo el libro de Ciencias Naturales para estudiar lo de las mariposas...
Eso..., ¿cómo se llama cuando dejan de ser gusano y despliegan las alas y vuelan por primera vez...? Ah, sí! La metamorfosis... Bueno, justo esa noche dejé de sentirme gusanito y empecé a sentir como mariposa. Yo siempre subía con mi papá y me quedaba muy quietita en un costado del escenario, sentada a caballo sobre un caño y escuchando los chistes y las carcajadas del público con su monólogo.
Justo esa noche, medio aburrida, subí antes. El escenario estaba casi en penumbras, apenas iluminado por una luz azul. La orquesta estaba tocando un blues muy sensual. Delante del proscenio colgaba una cortina de tul. Atrás, una pareja bailaba. Pero no era un baile común. Era algo que yo no había visto nunca jamás: bailaban desnudos. O casi desnudos. O desnudos. ¡Sí, desnudos! No. No sé, porque sólo había una luz azul. Yo miré a la bailarina y entreví sus pechos chiquitos y sus pezones al aire. Me dió como un redondelito de fuego sobre el esternón y un sofocón. Miré al bailarín. Este no tenía pezones como los otros bailarines. Este era uno que en los pasillos me miraba igual que miraba a las otras. Estaba desnudo. No desnudo, pero se le notaba todo. Y sentí fué algo que no había sentido antes. Primero pensé que era el caño ese adonde estaba sentada... que era la calefacción...que era el verano...Pero era yo. No era la calefacción. Era yo. No era el verano. Era yo. Era la nena que se terminaba y la mujer que empezaba. Era el piojo que se moría y la mariposa que nacía... Era el final de todo y era el principio de todo. Y en medio del mareo del descubrimiento, descubrí algo tan importante como saber que me había vuelto mujer; y era que no sentía esa nueva calentura sólo por ese bailarín divino; sino tambien por esos electricistas divinos que manejaban esas luces divinas y por esos tramoyistas divinos que subían y bajaban, subían y bajaban esos telones divinos en ese escenario divino y por la música divina y por los músicos divinos y por los cómicos divinos y por ese público divino al que me quería comer, metermele adentro, sentarmele arriba y tener un hijo con él, ahí, en el teatro. Era por el show, carajo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario