Merton (Padre Luis) y Grinberg en la Abadía de Gethsemaní 1964 |
THOMAS MERTON: HERALDO DE UNA NUEVA CONCIENCIA
Miguel Grinberg (1966)
Thomas Merton es sin duda uno de los autores católicos más trascendentes de la actualidad. Su vasta obra ha sido traducida a numerosos idiomas. Entre sus libros más importantes (aquí lo edita Editorial Sudamericana) figuran: La montaña de los siete círculos, La vida silenciosa, Diario secular, El hombre nuevo, Semillas de contemplación, Vida y santidad, Las aguas de Süoé, El signo de Jonás, Los hombres no son islas, etc., obras que le han dado un justo renombre como místico y contemplativo. Merton ingresó a la Orden de los monjes cistercienses en 1941, que como es sabido hacen voto de silencio total y practican estricto retiro. En la Abadía Trapense de Nuestra Señora de Gethsemani (Kentucky-USA), pasó a ser meramente el Padre Luis, maestro de novicios.
Una faceta prácticamente desconocida de su personalidad, comenzó a aflorar hace unos cinco años cuando pasó a dedicar sus escritos a temas de candente actualidad. Lo explica de esta manera: “Mi punto de vista es religioso antes que político o sociológico. Un monasterio contemplativo no es el lugar adecuado para el estudio científico de las tendencias sociales. Pero ofrece la ventaja de una perspectiva espiritual única. El monje no se contenta —y no quiere contentarse— con compartir sencillamente la opinión del mundo tal como se la presenta el periódico, que por otra parte no lee en forma regular. Está más acostumbrado a los profetas hebreos que a las revistas Time o Life, pero en casos excepcionales también puede tener acceso a fuentes seleccionadas de información esencial sobre los problemas críticos de la sociedad donde vive. Aunque haya abandonado “el mundo”, sigue teniendo una grave responsabilidad respecto a quienes permanecen en él. Esta responsabilidad es espiritual. Pero cuando el destino material y moral de los hombres está a merced de los políticos, a los llamados contemplativos les está prohibido ignorar deliberadamente los problemas cruciales de su siglo. Esta obra es, pues, una meditación sobre una crisis revolucionaria: una meditación que, así lo espero, contiene algo de verdad cristiana. En todo caso presupone que en un momento en que se bombardea las iglesias y se asesina a los hombres, los cristianos no tienen la obligación de resignarse a escoger entre el silencio o entregarse a glossolalías.” (N.D.T. La glossolalía es un fenómeno referido a los primeros cristianos y consiste en algunas personas que de manera súbita comenzaban a hablar en lenguas extrañas.)
Ferviente pacifista, concentró su atención en el problema racial y a fines de 1963 concluyó un libro capital titulado La Revolución Negra. Esta obra (llegada a nuestras playas en edición castellana de Editorial Estela, Barcelona) ha sido silenciada tanto por ciertos “católicos” que creen ver en el “progresismo” una tenebrosa mano roja, como por parte de ciertos “comunistas” que no soportaron ver a un cristiano para quien la religión es un modo de participar de los problemas contemporáneos y no un modo de evasión.
A comienzos de 1964 viví la inaudita emoción de traspasar el portal de la Abadía de Gethsemani después de haber organizado en México un encuentro de poetas de una “nueva solidaridad” que fue atacado unánimemente por derechistas y comunistas mexicanos. Llevaba ya un año de correspondencia con el Padre Luis, también excelente poeta. Un permiso especialísimo del Abate hizo posible que ese contacto postal se convirtiera en vastos diálogos mano a mano.
Al fin de ese año, me envió este artículo donde ampliaba y redondeaba los temas centrales de La Revolución Negra. Es primordial destacar lo siguiente:
1) El trabajo (que ya casi tiene dos años de escrito) anticipaba lúcidamente los actuales choques raciales.
2) Los idólatras que el Padre Luis describe, tienen mucho en común con ciertos predicadores del odio que entre nosotros postulan el retorno al Medioevo.
3) El “progresismo” (uno de cuyos abanderados máximos es Monseñor Helder Cámara, recientemente apoyado por el Vaticano) no es otra cosa que un sano esfuerzo para la re-cristianización de un mundo evidentemente sumido en la barbarie, de allí que los progresistas sean ferozmente atacados por los neo-trogloditas.
4) En el artículo hasta es posible detectar el punto de partida del hoy llamado Poder Negro, que la prensa interesada pinta falsamente como “comunista” y cuya raíz “revolucionaria” analizaremos en otra nota.
5) El comunismo en su versión subversiva no es una causa sino una consecuencia de la injusticia social. Los beneficiarios de esta injusticia sostienen un falaz anti-comunismo cuya meta es demorar los cambios sociales.
6) Esta publicación de Cristianismo y Raza servirá para un análisis ulterior del “problema peronista” como cuestión racial, enfocada como antagonismo entre la “supremacía blanca” de Buenos Aires y los “cabecitas negras” del interior del país e Indoamérica.
A fin de apreciar el asunto central de este artículo del Padre Luis, recordamos:
1963 — Agosto: Marcha pacífica sobre Washington.
Noviembre: Kennedy es asesinado.
1964 — Se promulga la Ley de Derechos Cívicos (ingreso de negros a lugares públicos). Gran motín en Harlem, New York.
1965 — Se promulga la Ley de Derechos Electorales
(supresión de trabas para el voto del negro). Gran motín en Watts, Los Angeles.
1966 — Es vetada la Lev de Vivienda (anulación de restricciones zonales). Surge el Movimiento del Poder Negro. Violentos choques raciales en varios estados norteños, donde nunca activaron los militantes del SNCC (Comité Coordinador Estudiantil No-violento), a quienes se debe el slogan “poder negro”.
Como señala el Padre Luis, la promulgación de una Ley en EE.UU. (sobre todo de índole racial) no garantiza su cumplimiento. Se critica la violencia negra pero se olvida que ha sido precedida por 300 años de violencia blanca, y que hace mucho que el negro es estafado con promesas. Además, resulta ilusorio pretender que se conforme con integrarse a una sociedad corrompida cuyo mayor baldón es la guerra racial llevada a cabo en Viet Nam en nombre del Occidente Cristiano, para beneplácito de las “guardias rojas”.
El Padre Luis puntualiza una clara acusación a los propagandistas de un falso cristianismo. La “nueva conciencia” consiste en un rechazo de la indiferencia y la complacencia, y en decidirse a asumir la responsabilidad de defender los valores humanos por más que idólatras aferrados exclusivamente a la prédica de un sospechoso anticomunismo, sigan tratando de eternizar las barbaridades que lo hacen posible.
Los belicistas, los oscurantistas y los neo-trogloditas podrán hasta denunciar como apócrifas estas páginas del Padre Luis. No será esa la última de sus infamias. Para ellos el amor al semejante consiste en aniquilarlo del mejor modo posible. Y no es extraño que so pretexto de detener un “siniestro complot judeo-masónico-teilhardiano-comunista” prediquen ahora una apocalíptica cruzada de contrarrevolución “católica” a fin de encubrir su complicidad con el atraso y su fracaso como seres humanos. La verdadera revolución cristiana halla su fuego redentor en el instante en que cada cual asume su misión como hombre, su poder de creación solidaria y su capacidad ilimitada de crecimiento. Tal el rumbo de la justicia, simplemente en nombre de la vida.
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