lunes, 23 de abril de 2012

Mario Rabey - Kaddish (2001)


Mi reflexión sobre la guerra contra el "Eje del Mal", que se vino haciendo Kaddish (la oración fúnebre judía) mientras escribía. El video al final y la foto de la derecha es de un informe de Al Jazeera acerca de la masacre de dieciséis civiles (incluyendo mujeres y niños) muertos recientemente (feb. 2012) por un soldado norteamericano.


Sobre la guerra

En esta visión "globalización" (abstracción de la planetarización, mercantil y massmediática) están ausentes los pueblos concretos -salvo como representaciones-, sin identidades arraigadas en y constructoras de territorios.
Con identidades postmodernas, desterritorializadas.
Los palestinos pasan a ser por ejemplo inmigrantes palestinos en Foz do Iguazú - Ciudad del Este o en El Chuy. Nada se sabe de sus experiencias, de sus historias de vida, son puras categorías (comerciantes - contrabandistas - terroristas) dentro de categorías más amplias y más vagas (árabes).
Peor todavía, no se sabe dónde quedaron los paraguayos, brasileros, argentinos, uruguayos, habitantes de esos territorios.
Ni dónde quedó su rica diversidad interior (gauchos, campesinos, etnias indígenas), sus lenguas, sus costumbres, sus ritos.
Todo se convirtió en pura escena para la guerra (de la Civilización) contra los terroristas.
Pero como bien sabemos no son los afghanos civiles (¿hay militares allí?) las únicas víctimas inocentes (además de los de las Torres Gemelas). Nada nuevo: la gente de pueblo diezmada en la construcción de los Imperios.
Con una sola, tal vez crucial diferencia: hoy parece haber un solo imperio en el planeta.
No varios en disputa (es decir aparentemente no hay "choque de civilizaciones" (cfr. Huntington) -en el sentido de culturas imperiales-, como sí lo había hasta la disolución de la URSS).
Nuevamente, nada nuevo: tal como en el siglo XIX, desde Occidente se construye la autoimagen de "la" Civilización, contra la Barbarie (cfr. Marx -La cuestión colonial- y Sarmiento -Civilización y Barbarie-, entre otros).

De repente, La Guerra nos ha vaciado a los territorios de significados y de sus constructores, los pueblos.
En Manhattan ya no hay gente tocando jazz ni skaters ni teatro en Broadway ni los judios jasídicos de Canal Street,
ni el Central Park, sus marihuaneros y sus Museos,
ni el South Harlem peligrosísimo incluso de día sus calles llenas de heroinómanos (de esa heroína que viene de Afganistán),
ni el Central Harlem con su arte afroamericano, ni los puentes que conectan la isla manufacturados por los Irokeses en los que se inspiraron Morgan y luego Engels.

Afganistán ya no es el espacio donde se encontraron tempranamente el Islam y el Budismo,
ni uno de los espacios recorridos por la Ruta de la Seda y por Alejandro el Magno,
y donde los pueblos de Asia se defendieron bravamente de la expansión del Imperio Británico a mediados del siglo XIX,
derrotándolo en medio de esas guerras que también establecieron las grandes plantaciones de amapolas para opio-heroína.
Ni el ámbito principal de una de las tradiciones místicas más sofisticadas de la historia, el Sufismo, esa joya de la cultura islámica.

Las fronteras de Brasil con Argentina, y Paraguay y con Uruguay dejan de ser el espacio de ricos intercambios entre culturas
(las migraciones milenarias de los guaraníes, las Misiones Jesuíticas, los gauchos de estancias, los grupos étnicos sobrevivientes, el campesinado actual, los sirios, libaneses, árabes, palestinos, los europeos de distintas nacionalidades).
Ahora, según la infantil historia que nos cuentan los medios y sus habitantes eruditos (como Jorge Castro), todo es el teatro de operaciones de las células terroristas y de las acciones de la Civilización para combatirlas.

Como suele suceder -y cada vez más frecuentemente- en los últimos seis mil años, la Civilización avanza sobre sus objetivos:
a veces otra Civilización competidora a la cual se vilipendia o, como ahora, el arquetipo de la No-Civilización, El Malo Bin Laden y su organización La Base Al Khaeda.
Los pueblos y su sufrimiento (incluida obviamente el hambre, la mutilación, la degradación y la muerte de nuestra gente) no están en el libreto.
Igualmente, como siempre, sobreviviremos, y seguiremos construyendo cultura, significados y sonrisas: la tuya, la mía, la de nuestros hijos.

Shalom
Salaam
Paz

Mario Rabey, 17 de octubre de 2001



2 comentarios:

  1. //Igualmente, como siempre, sobreviviremos, y seguiremos construyendo cultura, significados y sonrisas: la tuya, la mía, la de nuestros hijos.

    Gracias.

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    1. Gracias a vos Mónica, por acompañarnos en esta construcción.

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